Que para allá que para acá
saltando sobre una pata,
pico abierto, ojos de nata,
se acalambraba la urraca.
Se acalambraba la urraca
dando gritos sin cesar:
volando bajo al pasar,
que para allá que para acá.
Iba renga y siempre triste;
con sus plumas diferentes:
sin brillo y muy desiguales.
Flaca, torpe y sin alpiste.
Se dejó la pata izquierda
en algún lugar del llano.
Es por eso que anda lerda,
patituerta y con desgano.
- ¿Y donde la habrá dejado?
No se acuerda para nada;
- ¡por dónde! – dijo su hada
dando vueltas con enfado
la pata había ido a parar.
Muy apurado en su andar
porque le dolía un cayo,
la pata se había llevado.
Pensó que era una pajita
y la guardó en su cajita
para usarla en el asado.
¡Ay urraca patituerta!
Pobre urraca en una pata,
dando una y otra vuelta
con sus ojitos de nata.
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