lunes, 5 de marzo de 2012

Un cuento dibujado en la pared




“…Ya sé que estás desnudo,
pero puedes mirarme con los ojos tranquilos.
Los días nos enseñan que la fealdad no existe…”
Oliverio Girondo

Tenía un ojo negro y uno al otro lado, verde manzana. La boca  se le caía a un costado  y nunca se reía. En aquella habitación siempre estaba oscuro y los días de lluvia, el agua se colaba por sus poros engrosando su cabeza.
En ocasiones sin embargo,  las sombras del atardecer se asomaban a verla y le contaban toda clase de historias que acontecían en ese mundo que, aún tan cerca, poquitos pasos de sus ojos, ella no conocía.
Con su ojo negro, contemplaba el lento zarandeo de la rama de un aromo sesentón, colada por entre las oxidadas rejas de una ventana. Y a su ojo verde manzana, sólo lo abría de tanto en tanto. No había de ese lado, nada que valiese la pena ver.
Nada para descubrir o para temer; nadie con quien hablar o con quien reñir. Las sombras del atardecer sólo venían en raras ocasiones. Cuando se aburrían de la tradicional “vuelta al perro” soleado y entonces, sólo entonces arriesgaban una furtiva excursión al interior del hogar de la mancha.
 - No todo es lo que parece – oyó que decía una voz aquella tarde, cuando intentaba contar las hojitas otoñales que se colaban por el hueco donde alguna vez hubo una puerta de brillante cedro
Ella nada sabía de contar ovejas o del pastor que las cuidaba y luego vino el lobo y dicho sea de paso, ella de ciudades tampoco sabia nada.
- Nada es lo que parece – decía entonces la voz y ella, giró su ojo verde manzana chanfleado por efecto de un rayo de sol entrometido que seguramente estaría más aburrido que ella y la encandilaba.-
Era María, la hija de los vecinos pero, ¿a quién le hablaba?

- Por ejemplo – seguía diciendo María – ¡Ehh!! Vos, ¿acaso eres sólo una mancha más en la pared? ¿sólo una simple e insignificante mancha de humedad en la pared y nada más? ¡Claro que no!...
- Si a mí se me antoja podrías ser, por ejemplo, un lunar en mitad de la cara sucia de la pared, con tantas arruguitas como niños seguramente han vivido acá...- y  al decir esto,   pateó la rueda de un triciclo suelta que Amarillo, su gato, había hecho girar hasta allí mientras la seguía –
- O puedes ser, que se yo, un pasadizo secreto mucho más copado que el de Alicia en su país de maravillas y si me meto por allí, no será en busca de la sabiduría de un ratón, sino por los secretos de las hormigas que van y vienen tan ocupaditas ellas por los recovecos de los ladrillos.-
Y así María hablaba y hablaba. Sin que pareciera importarle que hablaba ¡sola! O bueno, consigo misma.-

“¿Estaría un poco chiflada? Esa niña pasa mucho tiempo sola”, pensó. Y otra vez sonrió pero esta vez con un dejo de tristeza.
Fue entonces cuando María, la miró directo a su ojo verde manzana y le dijo:

- No; no creas que estoy loca Doña Mancha...-
- bueno yo...yo no quise... – comenzó a decir la mancha, pero se detuvo abruptamente.  “¿Acaso esperaba que la niña pudiera oírla?” pensó sintiéndose realmente tonta. La niña sólo había enfocado su conversación y por casualidad se le ocurrió imaginar que hablaba con la mancha en la pared. Sólo eso ¿cómo iba a hablarle realmente a ella, una insignificante mancha de pared?”

- No claro, no lo dijiste pero lo pensaste...- le contestó entonces María moviendo la cabeza en un gesto entre fastidiado y burlón.-

Y entonces la mancha abrió los ojos – absolutamente asombrada y un poco asustada ¡María había escuchado sus palabras! “¿cómo era posible?”.
Algo raro pasaba; algo no estaba bien o sí lo estaba y entonces ella sabía mucho menos del  mundo de lo que imaginaba. Desvió su ojo verde manzana que nunca abría porque no daba a ningún lado y tímidamente le preguntó:

- ¿puedes oír lo que te digo? -
- jajaajjajaa... – río alegremente María – claro que puedo. Uff... ¿acaso crees que soy sorda? Y por cierto, que trabajo tan antipático el tuyo, me da penita porque no sólo te aburres sino que resultas hasta antipática-
Y dicho esto, María se acercó a la pared donde la mancha, cada vez más sorprendida, no dejaba e mirarla.

- ¿Y qué sabes tú de aburrimiento?- contestó la mancha algo alterada por el enojo que le provocó semejante impertinencia -  ¿qué sabes de simpatías, antipatías o tristezas tú que vas de aquí para allá y te mueves tanto que a veces me mareas?-

Claro. ¡Qué podía saber María de lo difícil que era ser apenas una insignificante mancha en la pared!

Una niña tan bella, vital, tan llena de energía, tan curiosa, que podía ir de acá para allá explorando los alrededores, aprendiendo nuevas cosas a cada momento, conociendo otros niños, otra gente y conversando con ellos.

- ¡Ah bueno! ¿lo ves? tienes mal carácter – dijo entonces María colocando sus brazos en jarra y moviendo el pie izquierdo en actitud de impaciencia - pero no te preocupes Doña mancha. A mi no me caes tan mal. Es más, para que me creas te regalaré un sombrero de picos, de esos que se usan para cotillón o se ponen de moda, azules y blanco en los mundiales de fútbol o de lo que sea -
¿mundial de fútbol? – preguntó la mancha - ¿y qué es? Si es un juego te advierto que no podré jugar contigo porque...-
-          Si, sí. Eso mismo, es un juego, pero no para que juguemos vos y yo. Es un juego con pelota...- y María buscó la pelota vieja de Matu, su hermano, que había ido a parar allí de algún modo - como ésta ¿la ves? –
-          Aunque en los mundiales  se usa una nueva y no toda sucia y despeluchada como ésta y los que juegan son jugadores de distintos lugares del mundo.
-          jugadores… - repitió Doña Mancha - ¿qué son jugadores?
-          Personas que participan en el juego; eso son – contestó María pensando en su maestra de quinto grado y señalando primero a la mancha y luego a ella misma – tu y yo estamos en un país que se llama Argentina que es nuestro país y los colores del equipo que participa son los mismos que los de la Bandera Nacional.-
-          ¿bandera nacional? – volvió a interrogar la mancha divertida y cada vez más curiosa de la sabiduría de aquella niña - ¿qué es una bandera nacional? -
-          ¡Ay! sí bandera. Bueno claro, ¿cómo vas a saber qué es nada de lo que te hablo si vives aquí encerrada. ¡Pobre mi Doña mancha!.-
-          A ver – intentó explicarle -  una bandera es un trozo de tela así, ¿lo ves? Como mi vestido y se hace de colores, según el país que representa. ¿Lo entiendes?
-          Ajá – dijo la mancha – o sea que los que juegan ese juego, se llevarán tu vestido para hacer la bandera. ¿así es?.-
-          ¡Noooo! – María comenzó a reír a carcajadas -...jajajajjajajaj no, no, no. Las banderas se hacen con otras telas y la de Argentina es azul y blanca, por eso pintaré tu sombrero con esto - y al tiempo que lo decía, le enseñó unos crayones que guardaba en un bolsillo-

María se acercó a la pared y comenzó a dibujar sobre el contorno superior de la mancha, y ésta por su parte, sin poder creer que aquello estuviera ocurriendo, revoleaba sus ojitos negro y verde manzana, intentando no perder detalle de los movimientos de la niña.

- Y para que sepas mancha gruñona –continuó diciendo  María recordando las preguntas que le hiciera la mancha al comenzar su charla – yo se de muchas cosas que tú ni te imaginas. Sé de guerras absurdas y de  desastres naturales, pero mejor ni te cuento, me llevaría mucho tiempo.-
- También se que mi papá trabaja todo el día y mi mamá vive adentro de una burbuja. Que casi no se hablan, no se miman, no se entienden pero ahí están, como si los hubieran obligado a estar juntos en lugar de haberlo elegido, así como estas obligada vos a estar en este sitio tan oscuro ¡¡ayyy los adultos!! –

Y María hablaba y entre tanto dibujaba y dibujaba, pintando de azul y blanco aquel pintoresco sombrero en la pared y la mancha la escuchaba, completamente embelesada.
“¡Ella que se sentía tan fea, tan sola e insignificante en aquella pared de una casa abandonada!.Y ahora tendría un sombrero propio y además, conversaba con  alguien  que podía oírla y a quien ella podía oír; que le contaba sobre ese mundo de ahí afuera donde por lo visto, no todo era tan mágico y maravilloso como solía imaginarlo.

- ¿estás  triste? – preguntó entonces la mancha, en un intento de compartir aquella experiencia –  tal vez pueda ayudarte en algo no se...-
- ¿Triste? – respondió María – no; no es que esté triste sabes –
- Es que a veces me cuesta entender a las personas grandes sabes; son raros. Ellos son los raros ¡pero claro!; en cambio, que vos y yo conversemos, porque el mundo es todo lo que hay en él y si yo quiero que una mancha en la pared sea mi amiga, ¿qué  tiene de raro?-
- Hay otras cosas realmente malas por ahí  y nadie se ocupa  – María pensó un momento y luego agregó - eso es feo. Eso es triste....-

La emoción, las horas de soledad y todo eso que la niña le contaba se juntaron entonces en el corazón de ladrillo de la mancha que aún sin entender lo que ocurría, comenzó a llorar. Y a medida que sus lágrimas surgían entre los restos de pintura de la pared, su cuerpo antes diminuto y deforme su fue expandiendo y cubriendo las grietas de modo que al cabo de unos minutos, ya no era una insignificante mancha en la pared sino una cara redonda que iluminaba la habitación como cuando el amanecer está a pleno, con un ojo negro y otro verde manzana completamente abiertos y brillantes y un simpático sombrero de picos azul y blanco en su cabezota, que era lo único que tenía, hasta ese momento.
Porque ahora tenía también un hermoso sombrero y una amiga.

- ¡¡Uy!! ¡Quedaste divina! - exclamó María sentándose al estilo indio frente a la pared donde habitaba la mancha -  ¿te cuento algo? me gusta tu sonrisa-  le dijo luego, guiñándole un ojo.-

Claro que esta situación, mucho tenía que ver la imaginación de María.
Y mientras Doña Mancha ensayaba como era eso de cerrar un ojo y el otro no, la niña  pensaba que no tenía nada que envidiarle a esa Alicia, que vivía en el País de las Maravillas porque ella, ahí nomás, al ladito de su casa y solita, había dibujado un cuento en una simple pared y si quería, podía contarlo otra vez-

FIN

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