martes, 17 de abril de 2012

Las edades del aromo


Mi abuelo Juan tiene noventa y cinco años y cada tarde de verano, desde que tengo memoria, cuando la luz del día deja de ser cándida y luminosa, palideciendo poco a poco, se dirige lentamente hasta el jardín de rosas de mi madre y arranca suavemente una rama seca de los juncos que crecen a la vera del sendero. Luego, acomoda la ramita entre sus labios como si fuera una pipa y mordisqueándola, regresa y se sienta en el viejo banco de pino que mi padre ha ubicado estratégicamente bajo un aromo centenario.
Todos mis hermanos y yo, sabemos que ha llegado entonces la hora para la aventura. Corriendo, nos sentamos uno al lado del otro, rodeándolo y lo miramos, silenciosos y expectantes.
Porque mi abuelo Juan en ese preciso momento, nos lleva sin necesidad de una máquina del tiempo, hasta los mismísimos confines de la imaginación.
El último día de vacaciones del verano pasado, sus ojos, cuando nos reunimos con él, brillaban de una manera tan intensa como extraña. No sabíamos aún porqué. Hasta que comenzó su relato. Una historia que nos llevaba hasta las tierras de fantasía de un país muy particular:
 el país de las diferencias.


El país de las diferencias era un lugar en el que todo estaba dividido.
Sus gentes se sentían diferentes unas de otras, ya fuera por el color, por la religión o por cualquier otra cosa. No convivían en armonía y esto hacía que sintieran una profunda soledad.
Hasta que un día a alguien se le ocurrió que quería dejar de ser diferente.

Lolo se levantó de su silla y delante de toda la clase dijo:
-He decidido que no quiero ser diferente. Quiero ser igual que todo el mundo. Ser uno más.
La clase rompió a reír haciéndole burlas y la maestra estupefacta le dijo:
-Muy bien Lolo, y cómo lo harás?
Lolo se encogió de hombros y dijo:-No sé..Tal vez encuentre muchas personas como yo, que ya estén cansados de ser diferentes.
La maestra se quitó las gafas y miró a Lolo por encima de ellas con cara de preocupación-Estará enfermo-se dijo. 

-Bueno, Lolo, ya sabes que en esta clase todos sois iguales. O es que te sientes excluido?

Y entonces Lolo, muy seguro de sí mismo, contestó:

-Claro, señorita que me siento excluido. Aquí todos somos iguales, pero en el país de las diferencias soy diferente y he tomado la decisión de que no lo voy a ser más…
-Y qué harás?-Le preguntó la maestra intrigada.
-Buscaré gente, que como yo, quiera hacer amigos sin importarle que sean diferentes. Así ya seremos todos iguales y no importará de donde vengan, ni como sean, ni como piensen. También se harán amigos nuestros papás y , poco a poco, todos nos sentaremos juntos en la misma clase e iremos al mismo colegio, jugaremos juntos..
-Hummm! Bueno, quizás mañana se te pase y comprendas que hay diferencias en nuestro mundo que no se pueden obviar y que cada uno debe estar en su sitio.
-¿Por qué?- dijo Lolo con sus ojos negros bien abiertos.
-Bueno … porque cada raza y cada pueblo tiene sus costumbres, tiene su cultura, tiene su religión y eso es algo que no podemos compartir porque el mundo es así. Lo vas a cambiar tu solo?
-No sé. Alguien habrá que no le importe mi color de piel y a mi no me importará que clases de comida prefiera o que clase de Dios habita en sus oraciones.Tal vez, haya muchas personas así en otros sitios y todas esas personas nos uniremos para convencer a las demás..
La maestra se quedó pensativa mirando a Lolo y mientras tanto sus compañeros, lentamente habían olvidado las burlas y le escuchaban con atención con un brillo especial en los ojos.
 Lolo prosiguió-

-Quiero embarcarme en una aventura. Una aventura fascinante: Hacer que el país de las diferencias sea el país de la igualdad y que todos los pueblos convivan en paz respetando sus creencias, su cultura y su raza. Y ante la mirada cada vez más sorprendida y las orejas cada vez más atentas del resto de la clase, Mario, que se sentaba a su lado, preguntó:
- ¿Me dejarás embarcarme contigo en tu aventura?
- ¡Claro!…- y entonces, clavó sus ojos brillantes por el pequeño triunfo en la maestra, aún más pensativa y exclamó:
- ¿Se da cuenta Señorita?…¡ ya somos dos!-

Durante una semana entera, Lolo y sus seguidores cuyo número iba creciendo a medida que transcurrían las horas, dedicaron todas sus horas libres a encontrar el modo de hacer realidad el deseo de convertir el País de las Diferencias en el Reino de los Iguales. Tenían que ser muy cuidadosos pues las opiniones de sus papás y el resto de los adultos, oscilaban entre dudas y negaciones y por lo tanto, no perdían de vista ninguno de sus movimientos, atentos siempre para “conspirar” e impedirles realizar este sueño.
Pero los niños, decididos a desterrar las diferencias de su mundo se las ingeniaban para no ser descubiertos.


  El lugar de reunión era un bellísimo claro sembrado de margaritas que había plantado el abuelo de Lolo, hacía unos cinco años atrás y que era el sitio preferido del niño. Allí, Lolo estudiaba, jugaba, y también soñaba. Por eso, había elegido ese sitio para sus reuniones pues, al estar la casa en plena construcción, ese lado del parque no podía verse desde la casa y tampoco desde la calle.-
Lolo y sus seguidores, pasaban horas diagramando campañas contra las “diferencias” que dominaban el mundo y al cabo de una semana, habían esparcido carteles y pancartas por todo el pueblo. Y antes de ello, reclamaron un espacio en la radio local pero su director, el papá de Mario, no quiso otorgarles el permiso pues los niños no querían decir cuál era el tema de difusión y a pesar de los ruegos de su hijo no cedió en su negativa.
Entonces, Lolo y Mario, líderes del proyecto, decidieron organizar una huelga de hambre y decidido a todo, se instalaron una tarde de Junio, al salir del colegio, en aquel claro detrás de la casa de Lolo.-

La noticia corrió por los alrededores más rápido que el río Esperanza que atravesaba el pueblo y era famoso por su fuerte correntada. Al cabo de media hora, los padres de cada uno de los chicos involucrados en la campaña, sus hermanos, primos, tíos, etc. y casi la totalidad de los vecinos, se habían reunido allí. Y se llevaron terrible sorpresa al comprobar que los niños se habían atado entre ellos con una enorme cadena (seguramente facilitada por Nacho, el hijo del herrero) y obviamente la llave del candado, no estaba disponible. El perro de Lolo, muy bien entrenado por su dueño, la escondería diestramente como si fuera su propio hueso preferido (aunque esto, sólo lo sabían Lolo y sus amigos).-

Tanto demoraron en conseguir liberar a los niños que cuando finalmente rompieron el candado, habían pasado tres días completos y en el transcurso de aquellas jornadas, Lolo y sus compañeros se habían hecho ya famosos pues la cruzada por erradicar las diferencias en el mundo había alcanzado las orejas de muchísimas personas en todas partes del mundo. Muchos criticaban a los niños, a sus padres y educadores por semejante falta de respeto y otros muchos, protestaban de diferentes modos, dando su apoyo a tan “valientes” criaturas.
Fue tal el revuelo que se armó que hasta las hormigas del jardín parecían protestar pidiendo por sus derechos y el canto de los pájaros en lo alto del aromo, se oía tan fuerte y melodioso como jamás antes se había escuchado.
Una semana después, el primer lunes de Julio, Lolo y sus amigos regresaron a clases y su maestra, muy seria e indiferente, no pudo evitar sin embargo, que la clase comentara la acontecido en aquellos inolvidables días.-

- y bueno Lolo, a ver, cuéntanos, ¿crees que has logrado tu objetivo?.-
- ¡por supuesto Señorita!,¿no se ha dado cuenta?.-
- la verdad que no… - titubeó la maestra algo incómoda – ... no.-
- A excepción del gran lío que tú y algunos más han armado - se cuidó de no decir nombres pues la lista era amplia – todo sigue igual que antes. Y cada uno en su lugar, como corresponde.-
- Es una lástima que opine así Señorita….- dijo Lolo muy serio – una verdadera lástima sabe, porque aunque no la veamos ahora, la semilla del cambio ha comenzado a germinar.-



- ¿Qué quiso decir Lolo abuelo? – pregunté luego de unos minutos de silencio, comprendiendo que mi abuelo Juan, daba por terminado su relato.-
- Si eso….- dijo entonces mi hermano mayor, Marcelo – que quiso decir. De todos modos, no era un mundo muy lejano al nuestro. En éste, aún existen toda clase de diferencias y discriminaciones-
Mi abuelo entonces, con una sonrisa que iluminaba hasta el rincón más oscuro del jardín, nos dijo:
- Así es pequeños,aún existen y la campaña por erradicarlas también continúa. Y ahora, les explicaré qué quiso decir Lolo a su maestra.


La tarde anterior a ese lunes, Lolo y Mario, junto con algunos chicos mas de la clase, acompañaron al abuelo de Lolo, don Julio, hasta el claro donde habían realizado la huelga de hambre.
Don Julio realizó entonces una pequeña excavación y luego, acomodó cuidadosamente una pequeña planta en el centro. Una vez tapado el hoyo, Lolo miró con orgullo a su abuelo y dijo muy solemne:

- este aromo que hoy plantamos simboliza nuestra lucha por la destrucción del País de las Diferencias y el nacimiento de un mundo nuevo, sin discriminaciones de ningún tipo. Será una lucha larga, lenta y difícil pero nosotros, sentiremos el orgullo de haber fundado las bases con nuestros corazones.-


- ¿Un aromo? – preguntamos todos al mismo tiempo, mirando al abuelo con los ojos tan abiertos como la boca –
- ¿Igual a éste abuelito?- preguntó Ana, mi hermanita menor acariciando el enorme tronco con sus manitos que semejaban mariposas .-
- Exactamente éste Anita. Este es el aromo, producto de aquella semilla y Lolo, ese niño tan ilusionado por terminar con las diferencias en el mundo, era nada menos que mi bisabuelo, es decir, SU tatarabuelo.
- Y vendrán otras generaciones. La lucha, como dijo Lolo, es lenta y difícil. Pero no se debe perder nunca la esperanza; es un buen abono para el alma.


Y después de decir esto, el abuelo Juan, tan silenciosa y lentamente como había llegado al pie de aquel árbol centenario, se levantó y caminó de regreso hacia la casa, mientras nosotros nos quedamos mirándolo alejarse, también silenciosos y aún sorprendidos.
Y mientras mis hermanos iban, cada uno detrás de nuevas fantasías, yo me quedé pensando en aquélla de la que nos habló el abuelo, “el país de los iguales”…y entonces me pregunté:
“¿cuántos años más cumpliría aquel aromo, antes que el País de las Diferencias desapareciera del mundo completamente?


PD: Escrito en colaboración con una compañera
 de foro literario, Ángela, a quien le perdí el rastro. Pero no el recuerdo.-

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