lunes, 27 de febrero de 2012

En el cielo de los cuentos


Era un cuento triste, solito. Era un cuento chiquito, tan chiquito que sin doblarlo, cabía en la palma de la mano.
¿Y de quién la mano de quién? de Doña Fantasía, la mamá del cuento ¡por supuesto!

Una mamá con muchos pero muchos hijos, de todas las edades y colores y también de todas las nacionalidades. Pero este chiquito era argentino. Específicamente patagónico y exactamente neuquino.

Su color variaba. A veces era blanco y otras verde. Tenía momentos de azul y también de rojo. Algo así como el arco iris pero más luminoso y también de siete colores, porque nueve eran los añitos que guardaban su historia.
Y esa, justito esa, era la razón de su tristeza.

Nadie lo había elegido para ser contado. Por eso aún no tenía voz, ni un público atento esperando el desenlace. Sólo era un montoncito de palabras en fila, ansiosas por convertirse en aventura.






Pero un día muy, muy temprano, Doña Fantasía lo despertó con un desayuno genial: tinta de chocolate y bombitas de crema de luz.
Y cuando su cuento chiquito tuvo los ojos muy abiertos, le contó que por fin, había sido elegido para ser contado. Y viajaría, con otros cuentos, versos y aventuras en un transporte de lujo: Las manos de un niño lector…
Y entonces, se haría realidad el sueño más importante de un cuento: sus palabras cobrarían vida atravesando la imaginación de los niños del mundo real. No importa de que tamaño ni color fuera. Ni tampoco la geografía donde hubiera sido creado.

El cuento chiquito se sintió feliz, muy feliz y en el gran cielo de los cuentos, brilló una vez más el arco iris.-

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