Cuento Fantástico
En los confines patagónicos, bajo la protección de bellísimas araucarias, tenían su hogar las palabras. Desde allí, cumplían diariamente su tarea de comunicar.
Sucedió un día, en los albores del año dos mil quince, que las palabras no quisieron presentarse como lo hacían cada día, delante del Rey Lenguaje. Estaban cansadas de pasarse horas y más horas de aquí para allá en el gran laberinto de la comunicación y entonces, decidieron una huelga. Llamaron al Duende Mudo para que las ayudara y éste, encantado con la invitación, en apenas unos cuantos segundos, cubrió todo con un negro manto de silencio.
Las ideas, ciegas y confundidas, pedían auxilio desde todos los rincones y las hojas de los diccionarios, sin miradas curiosas ni caricias exploradoras, comenzaron a llorar de tristeza. Sus lágrimas, borroneaban secretos irrecuperables del Reino.
Las palabras en tanto, remoloneaban en la cama. Las más viejas: filosofía, principio, arte, dolor, agua, aire, etc., que obviamente eran las más cansadas, con su camisón de siglos y sus anteojos de carey, estaban realmente maravilladas con la huelga.
Otras de menor edad como, Internet, Sida, conciliación, desocupación, etc., se fueron con sus cables de colores a caminar en busca de aventuras por los más oscuros túneles, riéndose felices y libres de las terribles exigencias del Conocimiento, Coronel en Jefe de las Fuerzas Armadas del Reino.
Y las más jóvenes, como “globalización”, decidieron visitar el Gran Casino, un sitio donde Juego y Desenfreno eran las palabras anfitrionas.
Pasaban las horas. Hacía mucho frío y gruesos manchones de vacío fueron apareciendo a lo largo y ancho del Reino.
Pero las palabras no se preocuparon pues conocían al dedillo los laberintos y accidentes del idioma. Además, los adverbios se ocuparon de firmar un pacto con el Duende Mudo, por el cual “inevitablemente” y en el plazo de setenta y dos horas, todo volvería a su estado natural, porque de otro modo, los adjetivos, con su ejército de cualidades, lo perseguiría hasta encontrarlo.-
La lluvia caía en gruesas gotas de ignorancia y entonces, el Juicio, una de las pocas palabras que no estuvo de acuerdo con aquel absurdo juego, decidió reunirse con el Rey Lenguaje, con el Pasado, custodio de las memorias del Reino y con el Presente, responsable inmediato de las acciones y políticas de gobierno y juntos tratar de encontrar una solución que corrigiera los graves acontecimientos, los cuales, podían terminar con el Exilio del Pensamiento.
“- ¡Exilio!¡Destierro! – exclamó el Juicio - ¡son palabras horribles, malvadas! …No podemos permitir que secuestren al Pensamiento… ¿Qué haríamos sin él?
- ¡Es nuestra herramienta vital! –“exclamó a su turno el Presente.-
– Tendríamos que consultar con el Futuro – continuó el Presente – Es el asesor incondicional del Rey. Tal vez él encuentre el camino para solucionar este desastre.
– Pero, ¡eso es imposible! – se quejó el Juicio – todos sabemos que nunca se hace ver personalmente. Sólo pasa y agrega una página a nuestras memorias, mientras el movimiento y el cambio sostienen su pluma y su tintero-
- Si, claro… - agregó el Presente con un tono de misterio – sólo pasa. Pero ahora no podrá hacerlo. Las puertas del Reino están ocultas bajo el manto oscuro del Silencio-.
- Y entonces, ¿qué haremos? – preguntó el Pasado, siempre temeroso de que sus recuerdos se perdieran en el Mar de la Nada.
- ¡Un momento! – exclamó de pronto el Rey Lenguaje - ¿Dónde está el Sexteto Mayor? –”
El Sexteto Mayor era un grupo musical de palabras que siempre acudía a tocar en la “Gran Avenida de la Razón ” cuando se producían motines y alborotos.
“- Tal vez se han adherido a la protesta – dijo el Pasado – en esta época, como sucedía en otras, todo el mundo hace huelgas y se moviliza para hacer oír sus reclamos. Pero es raro ¿no creen?-”
Mientras el Rey Lenguaje, el Presente, el Pasado y el Juicio mantenían esta charla, el Duende Mudo los observaba, escondido en el hueco del árbol de la Mentira.
A él, que era tramposo como todo duende malo, no le importaba respetar ningún pacto y por esa razón, había engañado a toda la familia de los Verbos, que era muy, muy numerosa, convenciéndolos de que el Rey, les había obsequiado un viaje al País de las Conjugaciones, para perfeccionar sus tareas.
De esta manera, el ingenioso Duende se aseguraba que al ingresar de su “paseo”, las palabras no hallaran ni el número, ni la persona, ni el tiempo, ni siquiera el modo de relacionarse.
El caos enfermaría de pena al Rey Lenguaje y entonces, el Reino sería todo suyo y de su amado padre: el Silencio.
La reunión proseguía sin que nadie supiera qué hacer; el Rey cada vez se entristecía más y más. Su esposa, la Reina de la Metáforas , había agotado su provisión de frases en “sentido figurado” con las que intentaba, en vano, consolar a su marido.
“ – amorcito… - le decía – tus lágrimas de tristeza son como gotas de reflexión; ellas harán recapacitar a tu pueblo -”
Se les ocurrió entonces, juntar todas las luces de bengala del Reino y encenderlas a la hora en que el Futuro debía llegar y evitar así que pasara de largo por las puertas del Reino.
En eso estaban cuando de repente, precedido por transparentes luciérnagas, ingresó en la sala el “Sexteto Mayor”: la Conciencia, el Arrepentimiento, la Responsabilidad, el Aprendizaje, el Albedrío y la Experiencia. Cada una a su tiempo, se acercó a saludar y tranquilizar al Rey.-
Detrás de ellas, todas las demás palabras, con sus caras reflejando lo mucho que lamentaban aquella locura, fueron apareciendo e inclinándose ante el Rey Lenguaje, imploraban su perdón.
“ – Pero, ¿qué pasó? – preguntó el Juicio, siempre buscando el orden de todas las cosas- ¿dónde está el Duende Mudo?-“
Con su imponente presencia, su capa de bruma y su corona de preguntas sin responder, el Futuro, elevándose sobre todos los presentes, dijo:
“– El Duende Mudo ha sido llevado por el Exilio a la Isla del Olvido. Había encerrado al Sexteto Mayor en una gran caja de cristal, resistente al paso de cualquier sonido. Pero, como sucede con todos aquellos que cometen travesuras maliciosas, se le escapó un detalle: el cristal, a la luz de la preciosa Luna, adquiere un brillo iridiscente muy, muy especial y eso, evitó que yo pasara de largo por las puertas del Reino- “
Y así, el Futuro dio las explicaciones sobre lo ocurrido, para calmar la ansiedad de las palabras que ya se habían acomodado en largas oraciones interrogativas, exclamativas, dubitativas y también imperativas, pues éstas últimas tendrían como tarea, reorganizar el trabajo del Reino.
Y finalmente el Futuro, antes de partir, se acercó al Rey Lenguaje y con una ternura no exenta de firmeza, le dijo:
“– Mi querido y amado Rey, el Pensamiento es uno de tus súbditos más valiosos; su sabiduría es imprescindible para la vida-
“– Por eso, es importante que todos entiendan que como en cualquier comunidad, existen los “vicios” y siempre hay algún duende ávido de malas acciones. La única manera de luchar contra esas cosas es educar a tus súbditos con los mejores maestros con los que puedas contar…-
- personalmente, te aconsejo estos tres: la Cultura, la Verdad y la Justicia -“
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