martes, 21 de febrero de 2012

Tambo y Pony


Cuento Infantil
Había una vez un chanchito rosa de peluche que pasaba sus días triste y abandonado en el fondo de un cajón de juguetes. Su nombre era Tambo.
La  dueña de todos aquellos juguetes, Martita, era una niña muy traviesa y pasaba el día con sus Barbies o sentada frente al televisor. Y para todo eso, el triste chanchito rosa de nada le servía.
Cierto día, cuando ya era muy tarde y todos dormían en la casa de Martita, Tambo, cansado de la forma en que era ignorado y maltratado, decidió salir a recorrer el mundo en busca de aventuras.
A la medianoche, silenciosamente, trepó a la ventana del dormitorio de Martita y saltó, cayendo sobre las margaritas del jardín.
-        Ehh… ¡ten cuidado peluche! – gritaron las margaritas enojadas
-        ¡Perdón… perdón! No lo hice a propósito. ¿me disculpan?
-        ¿Y dónde vas a estas horas? – le preguntaron a coro las flores.
-        en busca de aventuras … - y dicho esto, Tambo les dio la espalda muy decidido  y se dirigió a la puerta del jardín.
Asustado y a paso lento, llegó hasta la gran avenida donde a esas horas, la luna casi se descolgaba del cielo; las estrellas se iban apagando y el sol, lentamente estiraba sus primeros rayitos.

Había pasado su corta vida de peluche en el cajón de juguetes de Martita y entonces, no pudo evitar el pánico que  sintió ante  tan imponente  paisaje de cemento. Respiró hondo, muy hondo e intentó seguir su camino. Los autos, camiones, motos y bicicletas, pasaban casi volando por todas partes:
 ¡ Yummmm… yummmm!
Largaban humo y hacían terribles ruidos molestos:
¡tiiiiiiiiiiii….. tiiiiiiiiiiiiiiii!!! –
¡ rummmmmmmm, rummmmmmmm!
Tambo, confundido y muerto de miedo comenzó correr desesperado sin saber hacia donde iba…Y de pronto, se encontró frente a un gran pozo lleno de agua y largo, muuuuuuy largo. A su alrededor, había toda clase de plantas: árboles, flores, yuyos, etc. Él sabía muy bien que eso era un río. Había visto lugares parecidos en ese aparato que  Martita miraba siempre como si estuviera hipnotizada.
Un poco mas allá, en la orilla, había un caballito blanco.  Era pequeño, igual que  Tambo y parecía de goma… ¡era un juguete como él!!
Inmediatamente se acercó,  mientras se preguntaba qué haría un caballito blanco de goma a orillas de un río. Tímidamente   le dijo:
-        ¿Hola?
El caballito blanco lo miró sorprendido.
-        ¡Hola! ¿Qué hace un chanchito de peluche rosa a la orilla del río? – le preguntó, adelantándose a su propia inquietud.
-         Lo mismo que un caballo blanco de goma… - contestó Tambo sonriendo.
-        ¡ Ji, ji, ji, ji!! – se rió a su vez el caballito – tienes razón. Mi nombre es Pony y mis dueños me olvidaron  aquí luego de un picnic.
-        Ahh…lo siento mucho Pony. Mi nombre es Tambo y hace algunas horas que escapé del cajón de juguetes de la casa donde vivía. Allí era muy infeliz.
-         Fui el regalo de cumpleaños de una niña muy traviesa que sólo se entretiene vistiendo y desvistiendo muñecas – continuó Tambo - Sin darme cuenta, llegué al centro y me asusté un montón: la ciudad no se hizo para que un triste juguete de peluche ande solo por las calles. Comencé a correr y correr sin parar. Y así llegué hasta aquí.
-        Te entiendo Tambo – dijo el caballito blanco – porque  Pucho, mi dueño, sólo se interesa por los Family Games y jamás me ha prestado atención. Su mamá me  trajo al picnic para que  junto con Daniel, el hermanito, jugaran conmigo. Pero, aunque apenas es un bebé, a Daniel  le gustaron más los autos de colección que Pucho le prestó para que no lo moleste mientras juntaba cangrejos. Y bueno, aquí me dejaron. No creo que se hayan dado cuenta de mi ausencia.
-        Sabes Pony, creo que nosotros, los simples juguetes de goma y peluche, ya no somos atractivos para los niños -  dijo Tambo con mucha tristeza en el corazón.
Y así, el chanchito rosa de peluche y el caballito blanco de goma, se contaron sus penas mientras arrojaban piedrecitas en el agua.
De pronto, la charla de ambos juguetes, se vio interrumpida por un grito  infantil proveniente del puente cercano:
-        ¡Juan! Mira… allí en la orilla, ¿son juguetes?
-        Tienes razón Clarita… y¡ están nuevos!

Pony y Tambo,  se quedaron muy callados e inmóviles. Por el sendero que bordeaba el río, un niño y una niña, con ropas muy gastadas y descalzos, corrían hacia ellos.
Ambos pequeños, con sus caritas radiantes de felicidad, recogieron al caballito blanco de goma y al chanchito rosa de peluche y se sentaron sobre  la hierba, dispuestos a jugar,  encantados ante  tal descubrimiento.
-        Pony… shhh, shhh – susurró Tambo – estaba pensando... ¿crees que todavía hay niños que nos necesitan?
-        Puede ser  Tambo – contestó el caballito emocionado – ya sabes lo que dicen los humanos: “ lo último que se pierde es la esperanza…”


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