Un duende pequeño y elegante
Era un duende pequeñísimo
que lloraba y lloraba sin consuelo
Mi casa parecía un riachuelo
y yo sin botas y resfriadísimo.
Para verlo tuve que usar anteojos
y también una lupa gigante
Vestía de frac, muy elegante,
sin botones y con abrojos.
Dijo llamarse Abelardo Chispeante,
que había venido del subsuelo,
dormía en una caja de bizcochuelo
y viajaba por todo el continente
de soplarse la nariz con su pañuelo.
Un achís lo arrojó sobre un buñuelo
que comía mi abuela en la cocina.
Ella perdió de repente el apetito
y dejó su buñuelo abandonado
Abelardo pegajoso y asustado,
rompió en un llanto desmedido.
¡Mira si me hubiera dormido!
decía llorando muy, muy fuerte,
- a estas horas sería un angelito
y nadie sabría de mi suerte –
Y fue que Abelardo Chispeante
lloró sin parar hasta calmarse
y luego se fue lo más campante
y continuó viaje sin cansarse
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